miércoles, 25 de noviembre de 2009

"A los 82 años hay que empezar a recordar"


Osvaldo Bayer, periodista, historiador y guionista cinematográfico

Se autodefine anarquista y pacifista. Padeció el exilio durante la última dictadura militar, y una de sus grandes obras, “Severino di Giovanni, el idealista de la violencia”, fue censurada por el gobierno de Raúl Lastiri. El autor de “Los vengadores de la Patagonia trágica” acaba de presentar en la Biblioteca Nacional el preestreno de Awka Liwen. Un documental que cuenta la historia de las matanzas contra los pueblos originarios y el consiguiente despojo de sus tierras, para establecer a una oligarquía terrateniente que, aún hoy, conserva su poder. Está a punto de viajar a Alemania, desde donde piensa escribir sus memorias.


¿Cómo seguirá el curso del nuevo film?

Bueno, ahora se pasará en los cines comerciales, para que lo vea el gran público. Y después que termine ese periodo lo vamos a entregar por supuesto a escuelas, comisiones de cultura, universidades y a clubes barriales, para que se difunda en todos los sectores. Pero lamentablemente el Instituto Nacional de Cine (INCAA) no aportó nada. La directora Liliana Mazure no aprobó dar un sólo centavo.

Paradójicamente se verá en las mismas escuelas donde hoy se glorifica a Domingo Faustino Sarmiento.

Claro, el documental va en contra del pensamiento de los liberales de esa época. Hay que releer el “Facundo” para darse cuenta del racismo insoportable de Sarmiento. El asco y odio que tiene por los pueblos originarios y por los mestizos; por los gauchos; por los criollos. No obstante, él tenía un 25 por ciento de sangre de los aborígenes a través de su madre, Paula Albarracín. Pero para Sarmiento la idea de progreso venía de Estados Unidos, por eso trajo maestras de allí, para que nos enseñen el camino de ése progreso. Al igual que Bartolomé Mitre, o el mismo Juan Bautista Alberdi, que al principio elaboró escritos muy racistas contra esos pueblos y después de la Campaña del Desierto cambió su posición totalmente, diciendo que era una injusticia lo que se había cometido.


El Gobierno ha declarado de interés nacional a su nueva película. Sin embargo, el monumento a Roca sigue ahí, a metros de la Casa Rosada. ¿Cómo se entiende?

Ese es un tema que las autoridades no quieren tomar. Hemos hecho todo lo posible por la parte legal. Presentamos un proyecto ante el Concejo Deliberante porteño, que fue tratado y finalmente rechazado por la comisión de Cultura por seis votos a dos.

¿Qué argumentaron quienes rechazaron el proyecto?

El único argumento fue que en la historia hay que mirar hacia delante. Yo les escribí a esos señores concejales del macrismo que, con ese criterio, Alemania tendría que conservar todos los monumentos a Hitler, pero no me contestaron. Otros organismos no se han metido para nada, pero tuvimos un gran eco. Logramos cambiar el nombre de la calle central de la ciudad de Rojas, en la provincia de Buenos Aires, que se llamaba Roca, por el de Pueblos Originarios. La nueva placa la pusimos el Intendente y yo. Lo mismo hicimos con la calle de la costanera de Concepción del Uruguay, en entre Ríos. Hubo una gran concurrencia, sobre todo de estudiantes. Así que seguiremos en la lucha.

¿Contra quién se libra esa lucha?

Bueno, el diario La Nación hace una gran propaganda en contra del proyecto. También los señores Mariano Grondona y Rolando Hanglin, por ejemplo, con el argumento de que los Mapuches son indios chilenos. Es un disparate absoluto, porque los aborígenes están hace once mil años en estas tierras, y nunca tuvieron esas fronteras artificiales. Pero siguen repitiendo eso para quedar bien con la gente que tiene el poder. Ellos siempre van a luchar por Roca, a él le deben todas las tierras. Desde el decreto de entrega de los terrenos, después de la Campaña del Desierto, primero está la Sociedad Rural. José Alfredo Martínez de Hoz, su presidente en aquel tiempo, entregó dos millones y medio de hectáreas. Y todos los demás apellidos son los mismos actualmente. Son los bisnietos, pero siguen ahí. Es lógico que lo sigan defendiendo.


En la edición definitiva de La Patagonia Rebelde usted relata dos curiosos episodios ocurridos en 2001, donde en la misma semana se encuentra con la hija del General Elbio Anaya y más tarde con la del dirigente de los peones rurales, Albino Arguelles. La primera para acusarlo, la segunda para agradecerle su trabajo. ¿Había vivido una situación semejante?

Sí, me sucedió con Elvirita Viñas Ibarra. Ella se hacía llamar Elvirita. La hija del Capitán Viñas Ibarra, fusilador de los peones en la estancia La Anita. Cuando murió el padre, ella me llamó y mantuvimos un diálogo siempre muy afectivo. Yo la aprecié mucho. Y ella me invitaba a su casa para saber la verdad sobre su papá, pero no hablaba mal de él. Siempre me sacaba detalles, datos. Quería saber si realmente había sido un asesino. Entonces me escuchaba en silencio, y cuando yo le fui demostrando todo, las órdenes de él y todo eso, me siguió invitando. Una mujer muy anciana. Muy, muy simpática. Incluso participó de una entrevista en el documental de Eduardo Anguita, La vuelta de Osvaldo Bayer, en mi retorno a las tumbas masivas.

¿Pero sus encuentros con la señora fueron anteriores al documental?

Sí, fueron durante la investigación, pero ella no quería figurar en el libro, por eso no la menciono. Casualmente, Elvirita falleció hace un mes y la hija me llamó para invitarme a una misa en su nombre. Se hará en la iglesia de Ayacucho y Santa Fe. Y voy a concurrir porque ella se lo merece. Su hija me decía que siempre me quiso mucho y que a través mío supo gran parte de la vida de su padre.

Es la iglesia que usted menciona en el libro, la capilla del Patrocinio de San José, donada por los Braun-Menéndez, en recordación de José Menéndez.

(Consulta el libro) Sí, es la misma. Ayacucho 1064.

Usted escribió también sobre fútbol, pero aclaró que ya no le interesa por tratarse de meros negocios ¿Hubo una situación o momento particular que le haya hecho percibir eso?

No, bueno, yo pertenezco a una generación. En la década del 30 y del 40 íbamos a ver fútbol siempre. Aquí el monumental se inauguró en el 39 y sabíamos todos los equipos de memoria, y así era durante años y años. Entonces estaba el entusiasmo de ver siempre el mismo equipo, jugadores que duraban diez o doce años en el mismo cuadro. Pero ya hoy nadie puede decir cómo forman los equipos porque cambian frecuentemente. Y además todo el negocio que se ha hecho. El fútbol argentino está dominado por el señor Julio Grondona, un hombre que surgió con la dictadura militar y nadie lo toca. Evidentemente él maneja muy bien ese negocio y conforma a todos.
La elección del presidente de River parece la del Presidente de la Nación. Las propagandas de los candidatos están por todos lados, con enormes carteles que cuestan mucho dinero. Se ve que realmente ha pasado a ser un negocio. Ahí ya no entro.
Los campeonatos mundiales ya tampoco tienen sentido. Francia y Alemania nacionalizaron a unos cuantos africanos. Ahora hay un tal Gómez que va a ser alemán. Cualquier ciudadano que quiera nacionalizarse alemán necesita doce o catorce años, pero un jugador de fútbol, si juega bien, a los tres meses ya es germano.
También los medios hacen lo suyo. Ahora habla un representante de una villa miseria y salen dos columnitas chiquitas, pero habla Maradona y son tres páginas.

¿Pero sigue siendo hincha de Central?

Sí, ahora me hicieron un homenaje. Soy el tercer hincha homenajeado. No me quiero comparar, pero ellos lo dijeron. El primero fue El Che Guevara, el segundo Fontanarrosa, y el tercero soy yo. Hicieron una revista con artículos e imágenes y la distribuyeron en las tribunas.

¿De qué manera se hizo canalla?

Yo era hincha de Colón en Santa Fe, los Sabaleros, en contra de los Tatengues, de los Pitucos, como se decía antes a los hinchas de Unión. Pero en el año 39, por primera vez, entraron en el campeonato de la Capital Federal equipos de las provincias. A Rosario Central y Newell’s los pusieron en primera, y a Colón y Unión en segunda. Pero no había ascenso, quedaban allí siempre. De manera que yo era hincha de Colón en segunda división y elegí uno muy parecido de la misma provincia de Santa Fe. Además, entre los hinchas de Central y Newell’s existía la misma diferencia. Los canallas eran los pobres, y los leprosos los chicos bien, de un club con nombre de inglés. Entonces me hice hincha de Rosario central y ya me quedé. Pero en segundo lugar está Colón.

¿Cómo son sus días aquí y cómo son en Alemania?

Bueno, aquí en Buenos Aires vivo ocho meses y me dedico a dar charlas en todos lados. Creo que el intelectual tiene que volcar lo que sabe ahí donde la gente lo quiere escuchar. Tengo conferencias todos los días, me conozco todo el país. En cambio a Alemania voy a descansar y a escribir. Ahora viajo justamente el próximo sábado, y estaré hasta el 1º de marzo. Me voy en invierno porque en esa época lo único que se puede hacer es trabajar adentro, porque hace un frío terrible. Salgo a mediodía a caminar media horita por el bosque, pero muy, muy abrigado. Y después queda todo el día para trabajar. Allá vive toda mi familia, son cosas que dejó el exilio. Si no fuera por eso viviría los doce meses acá en Argentina. Pero mis cuatro hijos estudiaron, se recibieron, y se casaron allá; mis diez nietos viven en Alemania; y mi mujer ha decidido quedarse. Viene a visitarme, pero quiere vivir allá. Yo la comprendo muy bien, porque se quiere mucho a los nietos.

Y ahora, ¿qué tiene pensado escribir?

Estoy escribiendo mis recuerdos. Ya con 82 años hay que empezar a recordar.
Estuve revisando archivos, escritos. Yo tengo todo guardado.

Seguramente recordará su paso por el diario Clarín. ¿Cómo fue su desvinculación?

Yo era Secretario de Redacción, trabajaba como jefe de política y Fuerzas Armadas, las dos secciones de mayor responsabilidad en aquél tiempo. Roberto Noble ya no estaba, porque murió en el 69. Me tocaba hacer guardia una vez por semana y esa noche, corría el año 70, recibí un mensaje que para mí tenía vital importancia: el embajador argentino en Venezuela había renunciado a su cargo y dijo que el Presidente de la República, el general Levingston, era un beodo, que tomaba tanto alcohol por día y qué sé yo. Entonces tomé la información y la publiqué, porque me parecía importante. Además, yo tenía una responsabilidad, ¿y si todos los demás periódicos la publicaban?
Evidentemente yo no había visto los carteles que estaban en el diario, que decían: “Mañana nos visitará el señor Presidente de la República”, así que al día siguiente nos visitó ese General. Esa mañana se había publicado el diario con la noticia que decía que el general era un borracho. Y un ordenanza me advirtió: “Osvaldo, tomatelás porque hoy se arma el lío”. Cuando llegué al diario, el secretario general de redacción nos dijo en la mesa que nos citaba la directora, Ernestina Herrera de Noble, en su despacho. Y allí nos dirigimos. Entonces entró la señora, nos miró en forma airada y gritó: “¡Entre nosotros, en este diario, hay un traidor!” Así que dí un paso al frente y dije: “Yo fui el responsable. Si usted me permite voy a firmar mi renuncia.” Entonces me gritó aún más histérica: “¡Retírese! ¡Retírese!” Así que me fui a casa y renuncié. Pero ocho días después me llamó el Secretario General para que vuelva, que no había pasado nada. Me dijo que lo que yo había hecho era por talento periodístico.

Pero después lo despidieron.

En aquél entonces manejaba todo el grupo de Rogelio Frigerio, la señora no cortaba ni pinchaba, porque de periodismo nunca entendió nada. Me pasaron al suplemento cultural, al que le di el nombre de cultura y nación, que hasta hace dos o tres años se llamaba así. Pero me saboteaban las notas. Cuando me iba me las levantaban y las reemplazaban con otras de ellos. Hablé con los operarios y me dijeron que lo hacían por orden de Frigerio. Hablé con Octavio, el hijo de Rogelio y le dije: “He entendido, me voy del suplemento”. Me preguntó qué quería hacer y le dije que quería ser cronista viajero, que me dieran un auto y un fotógrafo y que iba a hacer notas de los pueblitos que no figuran en el mapa, para hablar de la historia de esos lugares y de los sueños de sus habitantes. Le pareció interesante y accedieron a mi pedido, pero para sacarme de encima. Hice 27 notas, no me publicaron ninguna. Así que finalmente fui a verlo y le dije: “He aprendido la lección”. El se sonrió cínicamente y me dijo: “Era lo que estábamos esperando”.

¿Esas notas nunca las publicó?

No. Me las han pedido muchas veces. Pero yo quisiera completarlas con la actualidad de esos pueblitos. Cómo eran en el año 72 y cómo son ahora. Pero nunca tuve tiempo de hacerlo.

¿Qué pasó finalmente con todos los proyectos cinematográficos para retratar la vida de Severino Di Giovanni?

Hubo varios directores interesados. Incluso italianos. Pero ninguno fue capaz de hacerlo. Llegado el momento desistieron.

¿Por qué?

Yo creo que tuvieron temor. Porque realmente es un personaje que se hace querer. Principalmente por su historia de amor que tiene con la joven América Scarfó, pero además porque fue fiel a sus ideales. Posiblemente se lo pueda criticar por los métodos que usó, pero qué se puede acusar de Severino di Giovanni si después los poderes establecieron una violencia muchísimo más grande. Más que fue fusilado por una dictadura militar como la de Uriburu, un fusilador que arrasó con todas las instituciones públicas. Pero no hubo posibilidad de filmarla. Leonardo Fabio tuvo durante 16 años los derechos, pero después declaró que luego de hacer una segunda lectura de Severino Di Giovanni, había decidido hacer la vida de Gatica. Hay una gran diferencia ¿no? El tipo era boxeador.
Después en Italia se leyó con mucho entusiasmo el libro, y se iba a producir. Pero cuando iba a filmarse ocurrió un atentado en un banco de Milán, perpetrado por una organización terrorista italiana, en donde murieron 13 personas, hubo una gran indignación. Y como Severino Di Giovanni también ponía bombas, los italianos temieron la censura del gobierno y un rechazo del público por ese episodio. Porque en el guión se elogia a Severino, por la valentía que muestra cuando lo fusilan. Ese sería el final. Yo no sé si la gente saldría emocionada, lo aplaudiría, o cómo reaccionaría. Pero para un gobierno que estaba en la represión de la guerrilla italiana, iba a resultar muy difícil.
Aquí también la quiso hacer en otra oportunidad Héctor Olivera. Estuvimos hablando, yo le hice dos o tres guiones. Pero finalmente dudó sobre la reacción del público.
Así que no hubo ningún director de cine capaz de hacer la película.

Quizás, más adelante…

Pienso que sería un gran film. Todos los asaltos de él tienen algo maravilloso, algo cinematográfico. Pero no me hago muchas ilusiones porque ya pasaron 39 años desde que escribí el libro.

Las últimas protestas por los trabajadores de Kraft fueron rechazadas por un sector de la sociedad. ¿Nota cierto desinterés por los reclamos sociales?

Hay una desinformación total. No se nos ha enseñado por qué hay violencia de abajo. Evidentemente es porque hay problemas. Si la gente tiene un sueldo digno, una casa donde puede vivir con su mujer y sus hijos, y se puede dar ciertos placeres como el de ir a pasear los domingos, no sale a la calle a protestar. Sale cuando ve graves problemas, como el asunto de la ex Terrabusi. Se podría haber conversado, llegado a un acuerdo y no dejarlos cesantes. Pero es mejor que la gente conquiste la calle, que lógicamente trae problemas para los viajeros, y no recurra a la violencia, a la otra violencia.
Esta es una sociedad injusta. Acá las diferencias son cada vez más grandes, y no le hecho la culpa al último gobierno, esto ya viene desde hace muchos años.

¿La gente está despolitizada?

La gente está tan despolitizada que yo siempre pongo el ejemplo: 1903, la Capital Federal elije al primer Diputado socialista de América, Alfredo Palacios, un hombre célebre. Ciento cuatro años después la misma capital elige a Macri. En la provincia de Buenos Aires ganó el señor De Narváez, ¿qué antecedente político tiene? Ninguno ¿Ha escrito alguna vez algo de política o se ha interesado sobre la sociología o politología de nuestro pueblo? Nada de nada. Es un señor de quien lo único que se sabe es que tiene un canal de televisión y mucho dinero, ganado en su mayor parte durante la última dictadura militar. Es el único antecedente. ¿Qué antecedente tiene el señor Macri, elegido nada menos que jefe de gobierno de la Capital Federal? Haber sido presidente del club Boca Juniors y ser hijo de Franco Macri, un hombre que obtuvo mucho dinero durante la última dictadura, que después duplicó durante el menemismo. Entonces, ¿cuál es nuestra educación política? Nosotros tenemos partidos políticos ideológicamente indefinidos. Lo demuestra el hecho de que el presidente más liberal capitalista que hemos tenido en la historia es un peronista, el señor Carlos Saúl Menem. Después de diez años de regir el país, la gente eligió al otro partido, al clásico, al Radical, y el señor De la Rúa puso como ministro de Economía al mismo del peronismo, el señor Domingo Cavallo ¿Qué diferencia hay?
Aquí tendríamos que tener partidos ideológicos para que la gente sepa a quién va a votar. Pero se elige solamente a candidatos, la cuestión es si sonríe o no sonríe en el cartel de propaganda. Habría que tratar en el Congreso una ley que exija a los partidos políticos diez puntos fundamentales de su programa, y que los cumplan. Y si no lo hacen durante los cuatro años que dura su mandato no deberían volver a participar de elecciones, o debería aplicárseles un castigo por no cumplir, por mentir.
No sabemos qué va hacer el próximo gobierno que nos toque. Se elegirá a un neo peronista, o a un neo radical, o a un cobista. Pero no dicen qué programa van a llevar a cabo.

lunes, 2 de noviembre de 2009

La rebelión de los Cachis

La calle está dormida. Sobrevuelan manifiestos. La ciudad será tomada por los Cachis. Hordas de limpiavidrios se amontonan en torno a la plaza. Con sus secadores en mano dejan los semáforos y ocupan posiciones. Miles de crotos se suman a la osadía. Se han organizado en forma silenciosa, pero efectiva. Muchos han puesto en riesgo sus colchones y sus escasos harapos, abandonándolos bajo los puentes. Pero recuperarán el Sol porque lo adoran. Ya no creen en Dios. Ahora sólo adoran al Sol, porque jamás los ha dejado. Llegan Cachivaches desde todos los barrios. A base de alcohol y de drogas baratas excitan su odio, y con martillos de piedra derribarán paredes, edificios inmensos y carteles de publicidad de consumo.