lunes, 18 de enero de 2010

¿Adónde va la gente? ¡A ver a Don Vicente!


Homenaje a un prócer de Independiente

La mayoría de nosotros no pudimos ser testigos de sus proezas en las cancha. Hay que cargar por lo menos con 70 años para tener la suerte de haber visto sus endiabladas gambetas. Sin embargo, algo sabemos, algunas cositas leímos, un poco nos contaron los viejos, y otro poco nos dicen las imágenes.
El 15 de enero de 1918, en la ciudad de Rosario, nacía Vicente de la Mata. En 1937, con sólo 19 años, se destacaba en la delantera de Central Córdoba y era convocado a la selección nacional para participar del campeonato Sudamericano. Tras igualar en puntos con Brasil, el equipo albiceleste jugaría un desempate definitorio. Empatados al final del match, hubo que esperar hasta la prórroga para ver en cancha a Don Vicente, quien se encargó de darle el triunfo a la nacional con dos goles.
Ese mismo año fue adquirido por Independiente, allí dejaría la huella imborrable de su recuerdo. Con la camiseta roja disputó 362 partidos y convirtió 150 goles. Fue campeón en 1938, 1939 y 1948. Dueño de una técnica exquisita, y un regate inagotable. Un periodista de aquellos años definió su juego en pocas palabras: “No recuerdo haber visto jamás a De la Mata hacer un pase antes de haber eludido, como mínimo, a dos rivales”
Vicente formó parte de una de las delanteras más temidas del fútbol argentino junto a Arsenio Erico y Antonio Sastre. Entre los tres marcaron 556 goles en partidos oficiales.
Su gol más recordado se lo marcó a River en el Monumental. Fue el 12 de octubre de 1939. De la Mata recibió la pelota de su arquero Fernando Bello, cruzó el campo de punta a punta gambeteando rivales, fueron quedando en el camino: Moreno, Minella, Wergiker, Santamaría y Cuello. Erico esperaba el pase en el centro del área, pero Vicente, desde la punta izquierda, volvió a sorprender metiendo la pelota en el ínfimo espacio que quedaba entre el arquero Sirne y el primer poste. Al contemplar semejante obra, su compañero Antonio Sastre, emocionado, le dijo: "Pibe, ¡hiciste Capote…!". Desde ese día le quedó el apodo.
Hoy podemos ver la imagen de Capote en blanco y negro, pelota al pie, escapándole a tres jugadores con la banda roja cruzada en el pecho, que lo persiguen atónitos desde atrás.

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